miércoles, 23 de julio de 2008

El giro final

Cuando eres un joven guionista (entre 9 y 90 años; se pueden empezar a escribir guiones a los 80) te obsesiona el giro final de tu guión. ¿Con qué voy a sorprender al final al espectador-lector? Es tu mayor preocupación. Da igual todo lo que pase en tu historia, lo que te obsesiona son esos últimos dos minutos en los que, cual mago que saca del pañuelo una manada de conejos, “en realidad” todo era...

Sí, en realidad el protagonista estaba muerto desde el principio. En realidad su mejor amigo es el asesino. En realidad esa persona no existe, está en la imaginación de otra. En realidad...

Sí, el “en realidad” se convierte en tu dogma, tu púlpito y tu credo. Y todo lo que ha llevado hasta ahí, no importa.

En realidad, es que eres un guionista principiante que babea demasiado con las películas de Shyamalan y te queda mucho por aprender.

¡El final importa una mierda! Las películas no son una masturbación aburrida en el cuarto de baño del cine. ¡Lo que importa no es buscar como sea los últimos segundos de placer, el proceso entero debe ser un gustazo! Si mimas, cuidas, acaricias (eh, que ya he dejado el símil sexual) cada segundo de la historia, no importará que “al final todo era una alucinación”. Y, al contrario, si el resto ha sido una bazofia absoluta por más violento que sea el orgasmo (sí, he vuelto al símil) producirá más dolor que placer (si has sido adolescente, ya sabes de lo que hablo).

Hace poco vi un cortometraje al que le pasaba justo esto. Todo el tiempo te “vendían” de manera soporífera y aburrida (y mal interpretada, y mal ejecutada, etc) que a una chica joven la maltrataba su pareja. Pues bien, al final resulta que “en realidad” sólo se había caído de una silla. ¡Nadie pegaba a la chica! “En realidad” es a su madre a quien pegaba la enfermera que la cuidaba. ¡Alah, qué sorpresón! Pero dudo que nadie lo viese. A los cinco minutos de proyección el que no estaba fuera de la sala estaba dormido.

martes, 22 de julio de 2008

The Dark Knight

Esta semana se ha estrenado en Estados Unidos The Dark Knight, lo que dentro de unos años será recordado en plan “¿dónde estaba yo cuando se estrenó esta película?”. Pues yo estaba aquí, preparando un video clip musical que ruedo la próxima semana, acabando mi documental, a punto de pillarnos vacaciones en la serie, reescribiendo (por enésima vez) el guión del largometraje que nos subvencionaron el año pasado... en fin, bastante ocupado. Pero por más liado que esté, eso no merma las tremendas ganas que tengo de ver esta puñetera película.

Sólo unos datos: es ya el estreno más taquillero de la historia (vale, ¿y qué?); en la imdb la han votado como (flipa) “la mejor película de la historia” (vale, vale, ¿y qué?); en Rotten Tomatoes llegó a lograr un 100% de críticas positivas, ahora anda por el 94% (que sí, ¿y qué?)... y, lo más importante de todo, tiene muy buena pinta.

Otra que igualmente pinta bastante bien es Watchmen. También basada en un tebeo. Qué cosas.

La fuente de los tebeos para hacer películas ha superado ya a las novelas y obras teatrales. Y me alegro, porque desde hace mucho años ya para leer buena literatura tengo que irme a cadáveres como Kafka y no hay manera de encontrar literatura interesante fuera de la sección de cómics: Alex Robinson, Dave McKean, Brian Bendis... y hablando de éste, también se acerca el estreno de Torso, la última de Fincher. La espero con aún más ganas que The Dark Knight, porque el cómic me encanta, pero es que Fincher es de mis favoritos (ya, ya, ¿y de quién no?).

Ah, y en algún momento del siglo, Cameron estrenará su mega proyecto Battle Angel, basado en mi manga favorito de Yukito Kishiro. Lleva ya diez años preparando la dichosa película.

Menos mal que los cómics ya no son cosas de niños.

domingo, 20 de julio de 2008

La pescadilla que se muerde la cola

Me hallo inmerso estos días en el rodaje de un video clip musical. El año pasado hice un documental que incluía siete clips musicales. Y, como todo, hacer un vídeo musical no se parece en nada a lo que uno podría pensar a priori. Si has hecho alguno, ya sabes de lo que hablo, ¿verdad?

La industria musical está que da pena, la pobre. No ha sabido reciclarse (como el cine, con el invento del DVD, al que van a jubilar dentro de poquito, el pobre). Por ello, cada vez invierten menos en la producción musical y eso se nota en que los productos son cada vez más penosos. Y esto hace que el público cada vez vea más absurdo gastarse dinero en un disco, ya que están cada vez peor porque la gente cada vez los compra menos. Esto se llama “la pescadilla que se muerde la cola”. Menos ventas igual a peores productos que son igual a menos ventas.

Por ello, los presupuestos de los vídeos musicales son cada vez más ínfimos. Se ruedan en tiempo récord con medios limitados en formatos horribles con la mitad de personal que sería necesaria. Por ello, si ponéis la tele alguna vez y veis que último vídeo de los Makarines es penoso... vale, mal ejemplo.

Por mi parte, intento que esa pescadilla no me muerda la cola a mí (¿?). Todo el equipo está mentalizado en hacer que el vídeo musical que vamos a rodar la semana que viene sea, cuanto menos, un producto digno. Es lo menos que podemos hacer por una industria, la musical, que tantas alegrías nos da y que está que o levanta cabeza, la pobre. Vale que en parte ella misma tiene la culpa por no saber reaccionar, pero aún así creo que no se merece la paliza que últimamente está recibiendo.

Y lo sé de primera mano, porque conozco a mucha gente que antes vivía de la música y ahora lo está pasando realmente mal. Gente que tampoco tiene en su mano cambiar el sistema empresarial actual, que es el que realmente ha condenado a la industria. Son compositores, arreglistas, instrumentistas... gente que no puede llegar a las multinacionales y decirles que son unos cabrones por enriquecerse a costa de ellos y desviar el debate de donde realmente está el problema: el sistema es obsoleto.

Vamos, poder, pueden hacerlo. Aunque con ello lo único que consigan sea quitarse un peso de encima.

martes, 15 de julio de 2008

Qué mal me cae Quentin Tarantino

Pero qué talento tiene. Hace algún tiempo escribí sobre “Planet Terror” y por qué no entiendo que Robert Rodriguez siga trabajando haciendo películas. El caso de Tarantino es bien distinto. Aunque es un tipo bastante desagradable (sobre todo ahora que se ha puesto muy gordo), arrogante, pedante, creído, insoportable, hay que reconocerle su mérito.

Cuando allá por los 90 llegó como un vendaval y cambió para siempre el cine, muchos pensaron (me incluyo) que sería una moda pasajera. Y lo fue. La moda Tarantino nunca volvió. Al menos, nunca con tanta fuerza como en aquel loco año 95 cuando todo el mundo quería ser Tarantino.

Su última película que se debía haber estrenado con la de Rodríguez en programa doble (aunque nunca fue así) se titula “Death Proof”. Y me sorprendió mucho ver que la película recupera al Tarantino de aquella época, que yo creí se había perdido entre mamarrachadas como “Kill Bill” o capítulos de series que a nadie interesan.

Todos los elementos que entonces lo encumbraron vuelven a deslumbrar, sorprendentemente, en esta película condenada a ser olvidada por ir del brazo del incompetente de Rodríguez, que es un pesado y debería dejar ya a Tarantino hacer sus cosas solito. Diálogos brillantes, interpretaciones soberbias, un sentido del ritmo brutal, claros homenajes al cine de los 70 y 80 (homenajes de verdad, no lo de “Planet Terror”).

De verdad que esperaba una tontería pretenciosa y con aires de superioridad. Y en lugar de eso me encontré con una entretenida maravilla pretenciosa y con aires de superioridad. Así es Tarantino, el artista.

Ahora, Quentin, la persona, cada vez que lo veo en una entrevista o un making of me da ganas de abofetearlo.

Pero como nunca voy a ser su amigo, perfecto.