lunes, 29 de febrero de 2016

¿The Revenant es la película mejor dirigida de 2015?

Definitivamente no. Al menos, en mi opinión. “Mad Max: Furia en la Carretera”, por poner un ejemplo, tiene muchos más méritos para ostentar este honor. Entonces, ¿por qué Iñárritu se ha llevado el Oscar a mejor director del año? Porque una película como "The Revenant" funciona a muchos niveles que hacen que el espectador crea que está ante una película bien dirigida cuando realmente ante lo que está es ante una película bien hilada a nivel narrativo. Que no es poco, lo sé, pero no suficiente, creo yo.



Lo que no soporto es ese afán del director de reiterar todo el tiempo “mirad lo listo que soy”. Vale, eres muy listo pero... tío, dejas al descubierto tus ases en la manga. A base de presumir de ellos. En “Mad Max” Miller se dedica a dejarte sin aliento contando una historia que funciona y no para ni un segundo a presumir, no estás todo el tiempo pendiente de “cómo están hechas las cosas” ni de “cuál es el subtexto” sino de intentar respirar durante sus dos horas de metraje. Aquí no, aquí a base de decirte “mira lo que hago” una y otra vez Iñárritu satura al espectador.



Primeros planos de The Revenant.

Por poner un ejemplo, es como si un mago hiciese un truco muy espectacular, de esos de quedarte con la boca abierta, pero está tan orgulloso de ello que lo vuelve a hacer hasta tres veces seguidas y al final no sólo eres inmune a su efectividad sino que acabas diciendo “ah, ya veo el mecanismo con el que está hecho”.

Es habitual hacer películas ecologistas con nativos americanos (antes llamados “indios”) de por medio. Porque ellos vivían en comunión con la naturaleza, no se consideraban ni por encima (como el hombre blanco occidental que llega arrasando con todo) ni por debajo (como muchas tribus africanas). Para ellos, la naturaleza y el hombre son una misma cosa en perfecta comunión. Vale, hasta ahí, el mensaje de la película.

Mirad cómo sufro, dadme un puto Oscar.


Para expresar esto en la peli, por supuesto, mucha naturaleza, mucho árbol, mucho bicho. Hasta se permite sobradas como "sólo voy a usar luz natural", que sea la naturaleza la que ilumine mis planos que esta peli es por y para ella. Ahora bien, ¿cómo hacemos la equivalencia y que la entienda hasta la pareja que entra en la sala sólo a meterse mano? Pues al protagonista (Leonardo DiCaprio, el nuevo Tom Hanks, respecto a que es el ser humano con el que más empatizamos cuando sale en una pantalla aunque no haga nada de nada porque lo queremos, porque ya es uno más de nuestra familia, y cuando se llevó el Oscar lo celebramos como si se lo hubiese llevado nuestro cuñado) le ataca un oso. Este ataque, punto de giro de la película, supondrá su transformación de criatura frágil (se llama Glass, por cierto) a individuo en perfecta comunión con la naturaleza y así “renacer” (a mitad de la película, cual Han Solo y Skywalker al principio del “Imperio”, se mete a dormir dentro de un bicho por lo que su “despertar” será, literalmente, un nacimiento, saliendo de la barriga del animal) como un nuevo ser. Se ha transformado en ese oso que le ha dado una nueva vida. Vale que Iñárritu le ponga pieles de oso todo el rato por si no hemos pillado la cosa, vale que cuando al final se cambien las tornas y, ahora él transformado en oso lleve a cabo el ataque, se repita de forma casi literal el combate (primero con un arma de fuego luego con un arma blanca) para que veamos la analogía... pero, joder, ¿era necesario este diálogo?
   -¿Es verdad que mataste un oficial?
  -Sólo maté a un hombre que trató de matar a mi hijo. –Responde Glass.
No, no era necesario, es reiterativo. Ya sabemos que el oso intentó matarlo para proteger a sus oseznos y que el resto de la película es el proceso de transformación de Hugh Glass en ese mismo oso, es decir, en la naturaleza (¿has oído al lobo aullarle a la luna azul o has visto a un lince sonreír?), a través de imágenes redundantes y completamente gratuitas. Este diálogo está ahí únicamente porque el director se siente inseguro y piensa que los espectadores no están a la altura de su metáfora y no vaya a ser que se pierdan lo buena que es, que se la voy a explicar de mil formas diferentes. “¿Han visto qué maravilla de truco? Pues lo voy a hacer otra vez, y otra, para que puedan admirar lo buen mago que soy”. Y ahí tenemos catorce mil veces al pobre Leo pasándolo fatal mientras descubre los colores del viento, sólo que no es una guapa indígena llamada Pocahontas la que le proporciona estas revelaciones, sino un puto oso con muy mala leche.

Hola, soy un oso.

Amos, no me jodas.

A la película le sobra una hora y le falta sentido del humor. No soporto las películas que no tienen absolutamente nada de sentido del humor, pero bueno, eso ya es problema mío. De lo que desde luego no hay duda es de que Iñárritu, sea o no el mejor director del año, sí ostenta el título del más pedante. Hasta a la Coixet le ha ganado en eso. Que ya es decir.


domingo, 14 de febrero de 2016

Dario Argento

Este fin de semana me ha dado por Dario Argento, que hacía tiempo que no le echaba un ojo a sus cositas. Y, oye, qué maravilla. Si eres capaz de hacer el ejercicio de ponerte en la piel de un espectador de los 70/80, qué puta maravilla.


Porque, claro, todo su cine está ya más que superado, pero teniendo en cuenta la época en la que este mozo hacía peliculitas de miedo, lo que da miedo es su talento.

 

Su cine se enmarca dentro del género giallo (cine de terror italiano con una serie de características propias que no tengo ganas de enunciar aquí y ahora para no extenderme) del que fue su mayor y más popular exponente hasta que fue abducido, como suele ocurrir, por Hollywood, y ya se puso hacer cine de terror algo más convencional al otro lado del charco.


Su obra maestra, Suspiria, es digna de análisis, y es la primera que cayó en el visionado, pero lo curioso fue ver después Phenomena, una especie de remake americano del propio Argento. Comparar ambas películas es toda una lección de cine. Cómo coger un clásico italiano y hacer un remake descafeinado pero manteniendo altas dosis de talento narrativo. Si la primera, de 1977, no se cortaba a la hora de ser estridente y poner los símbolos en primer término (él mismo califica su cine de poesía, frente a la prosa de, por ejemplo, Pasolini) en la segunda, de 1985, además de ser todos muy guapos (como es menester siempre en el cine americano) todo es mucho más sutil hasta el punto de que la simbología del color es casi inapreciable. Pero ahí está.

 


Si Suspiria ya apuntaba rasgos del clásico relato del proceso de transformación femenina (de niña a mujer) en Phenomena lo lleva al extremo usando como plantilla el clásico cuento de Carrol (sí, otra vez) de Alicia.  


La villana cortando cabezas, la niña de blanco entrando en mundos subterráneos siguiendo a un animal (en este caso una mosca) o un teléfono (blanco) e intentando atravesar puertas diminutas o demasiado altas, entrando en el submundo en sueños (sonámbula), el espejo como puerta a la revelación... sin perjuicio de ahondar en la psique de estos procesos como son la muerte del padre (recordemos este tema como fundamental en otras películas de terror sobre la adolescencia como It Follows) o, por supuesto, el despertar sexual.

 


Si tienes una tarde libre y nada mejor que hacer, haz la prueba de ver Suspiria seguida de Phenomena. Te convalidan seis meses de dirección de cine.

martes, 9 de febrero de 2016

La primera imagen: Star Wars The Force Awakens

  En una película, en una serie y en cualquier ejercicio audiovisual (tal vez deba incluir las artes escénicas, pero mejor no, ya explicaré por qué) la primera imagen SIEMPRE está cargada de significado. El espectador es una página en blanco y, como un bebé, la impresión de las primeras imágenes del universo serán las que determinen su pensamiento.

  En los primeros minutos de una obra el autor hace lo que se conoce como un pacto con el espectador. Le dice "esto es lo que vamos a ver" y el espectador acepta o no. Es por eso que el espectador al poco de empezar la película ya tuerce el labio como diciendo "vaya, creo que esto no me va a gustar" o todo lo contrario. No sabe por qué, no sabría verbalizarlo pero "algo" le está diciendo que esto, que no lleva ni un minuto, puede o no ser de su gusto.

  Linda Seger hablaba mucho de esto en su libro "Cómo convertir un buen guión en un guión excelente". De hecho, fue en ese libro donde leí por primera vez todo este rollo. Pero después lo he leído en multitud de estudios y, en efecto, es algo que siempre, siempre, se cumple.

  Pero ojo, esto no es algo que se haga desde el "consciente", de forma intelectual, que el autor salga en pantalla y diga "venga, juguemos a este juego y éstas son las reglas". No, por supuesto, esto se hace de forma inconsciente, de ahí que muchas personas que quieran encontrar ese pacto, el significado de las primeras imágenes que ve en una película o una serie (o lo que sea), no lo logre y quede frustrado y diga "bueno, en esta película no se cumple esa regla". Pues lo siento, pero 99,99% de las veces esto no es así. La norma se cumple. Está ahí siempre. Al menos, en el cine comercial convencional. Eso sí: la idea no es verlo, es sentirlo.

  Por ejemplo, Star Wars: The Force Awakens. ¿Cómo empieza la película? Con este plano:


  Un planeta bañado de luz. Y una gran nave de la Nueva Orden que lo cubre, ¿de qué? De oscuridad. Además, ¿te suena de algo la parte delantera de dicha nave? En efecto, es la forma del sable láser de Kylo Ren: una cruz invertida. Pero justo cuando el planeta está a punto de ser cubierto por la oscuridad...


  Un puñado de naves "escapa" de esa oscuridad. ¿Quién va dentro de una de esas naves que, por cierto, desprenden luz por sí mismas? Finn. 

  Sin explicaciones, sin diálogos. El espectador sólo está viendo un plano "informativo", pero sabemos que siempre, siempre, esta primera imagen cuenta mucho más, a nivel dramatúrgico, de lo que parece en la capa superior.

  Y, ¿cuál es la primera frase que se pronuncia en la película? 

  "This will begin to make things right."

  Es lo primero que se dice en toda la película. Tras una trilogía horrible que casi mató la saga (los episodios I, II y III) la declaración de intenciones no puede ser más clara: "Vale, chicos, perdón por el desastre anterior, pero ahora ya nos ponemos las pilas y arreglamos el desaguisado".

  No es la primera vez que analizo la primera (o la última) imagen de algo en este blog, así que no me extenderé más. De hecho, en el anterior post, sobre The Hateful Eight, me enrollé hablando sobre la primera imagen de esta película. 

  ¿Se te ocurre alguna obra en la que esto no se cumpla? A mí, ahora mismo, no. Hasta Los Bingueros cumplían su pacto con el espectador. Palabra.